LA FE NO DEBE SER CIEGA

Están muy equivocadas algunas personas que dicen defender su causa por encima de cualquier cosa, asumiendo inflexiblemente una posición de fe, sin tener los argumentos válidos que la sustenten. Insto a todo aquel que desea tener la verdadera fe, para que al escudriñar las Sagradas Escrituras, encuentre y entienda todas las manifestaciones hechas por Dios en el Antiguo Testamento y comprenda que la invitación que nos hace el Señor Jesucristo a seguirlo e imitarlo, genera en nosotros la certeza de haber convivido con Él y la esperanza de la vida eterna. Si vas a la Palabra de Dios, encontrarás que la palabra hebrea para fe, por su propia definición, se refiere a una confianza lógica, robusta e inquebrantable en la verdad.

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. Heb (11:1-3)

Aunque un poco tarde cronológicamente hablando, pero bendecido por el Espíritu Santo que me llevó a los pies del Señor, por fortuna logré comprender y entender de qué se trata la fe. Creer que Dios es el dueño y amo absoluto de todo, que nos dio el soplo de vida y que espera que regresemos a Él.

Saber que nos está viendo, oyendo y ayudando, hace que nuestra vida comience a girar en torno suyo; a tener cuidado de no ofenderle, y mucho menos a desobedecerle. Entender el propósito nuestro en la vida, nos permite ver con claridad como debemos desempeñarnos y en que concentrar nuestros esfuerzos. Vivir en fe, es mantener viva la esperanza de regresar a casa y vivir en su presencia.

La fe no es un salto al vacío. No es creer que va a ocurrir algo que nos interese o nos convenga. Esa es una fe que yo llamaría de la trivialidad, aquella que se convierte en un pronóstico o una apuesta incierta que termina siendo una adivinanza. 

La verdadera fe es la que nos expresa el apóstol Pablo en la carta a los Romanos y que dice: “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”.

Esta corta, pero poderosa frase, nos deja muy claro que la fe no se trata de la probabilidad de que algo ocurra, casi como producto del azar. Si analizas con detenimiento el mensaje de Pablo, podrás comprender que la fe que pongamos en el Dios de la Biblia, exige que conozcas las cerca de tres mil quinientas setenta y tres (3573) promesas que allí nos registra y sobre las cuales nos da derecho a apropiarnos de ellas, y demandarlas para nuestra protección y bendición. Por eso la importancia de que te relaciones con Él.

Fuiste creado por Dios y para Dios, y hasta q lo entiendas, tu vida no tendrá ningún sentido. Solo en Él encontramos nuestro origen, nuestra identidad, nuestro sentido, nuestro significado y nuestro destino. La vida consiste en q él te use para sus propósitos y no que tú lo uses a Él para los tuyos.
 
            “Todo comenzó en Él y para los propósitos de Él” 
                                                                                          Col (1:16b)
 
Una vez lo comprendes, empiezas a ocuparte más por los otros, afloran y crecen virtudes perdidas como la ayuda al prójimo, el amor, la tolerancia, la humildad, la paciencia, el respeto y la mansedumbre. Por ende, disminuye en tu vida la ira, la violencia, la mentira, el odio, la envidia y el egoísmo, entre muchas otras actitudes comportamentales negativas que desafortunadamente tenemos muy arraigadas en el corazón. 
 
La fe es más que creer; es una completa confianza en Dios, acompañada de acción. La fe verdadera nace en la habitación secreta de oración intima. La fe es algo así como un “ascensor”, para subir nuestras peticiones a través de la oración y por recibir la respuesta del Padre, usualmente en su Palabra. De cualquier forma, el instrumento que nos une a Dios siempre será la Fe. Te invito a que pases tiempo de calidad en la presencia del Señor y Él hará nacer la fe en tu alma como nunca la conociste.

El Dios único y verdadero

 


LO COMÚN ENTRE EL HOMBRE Y EL MURCIÉLAGO

Volver a casa, requiere de parte de todo aquel que lo desee, conocer el camino o la ruta para lograrlo. Definitivamente estamos perdidos, pero lo peor de todo es que no nos damos cuenta y creemos que divagar sin rumbo por este laberinto de calles y avenidas, algunas amplias y otras más angostas, es suficiente para regresar a nuestro origen divino. 


Se nos volvió costumbre encontrar en esos cotidianos recorridos un sin número de llamativos avisos, que como luces de neón, incitan y pretenden que actuemos de una u otra manera, como si fuéramos un solo ente; lo que significa que andamos inmersos en una especie de aletargamiento o robotización, donde aquel que nos programó solo busca deslumbrarnos con un mundo ficticio, vanidoso y mentiroso. 

Este individuo, cuyo nombre propio es el adversario,  tiene la capacidad de desdibujar nuestra realidad natural y de ofrecernos simplezas materiales a cambio de mantenernos ocupados en caminos oscuros de envidia, egoísmo, vanidad corrupción e iniquidad, en la que ha sido capaz de mantenernos esclavizados. Pues es tal su astucia, que ha alienando la mente del hombre, para manipular sus reales intenciones, cuyo único propósito es no permitirnos volver a nuestro Padre celestial.

En esa maraña de  caminos, calles y avenidas, nos tiende sus trampas para  que incauta e ingenuamente caigamos a sus pies.  Obstáculos  que tienen una  característica particular, y es que están todos envueltos  en resultados que  agradan al común de las personas, la tentación precisamente es su mejor aliado para hacernos caer más fácilmente. 

Tristemente, cada día mas y mas personas en todo el mundo, se suman a  su grupo y generan una fuerza tal, que aquellos que hemos logrado de alguna manera resistirlo y nos hemos alineado al ejército de Dios, debemos dar una fuerte y contundente pelea, no solo para no caer, sino para rescatar a los que más podamos.

La pregunta es: ¿Cómo hacerle entender a nuestros familiares y amigos que aun siguen enajenados por el espejismo del mundo moderno, que hay algo más importante que las cosas físicas y materiales que ven? ¿Cómo luchamos contra lo que dicen, insinúan, incitan y hasta exigen los medios publicitarios, la prensa hablada o escrita, la televisión y el Internet, en contra de los valores, principios y mandatos Bíblicos?  ¿Cómo hacemos para que nuestros hijos, padres, hermanos, primos, tíos y demás parientes cercanos, entiendan y comprendan lo que nosotros ya entendimos por la Palabra escrita? 

Bueno, creo que al igual que yo, usted ya lo tiene claro. Es una batalla difícil, pero aunque el número de seguidores del ejército del diablo sea proporcionalmente muy superior al nuestro,  sabemos que tenemos de nuestro lado al general de generales, al rey de reyes, y al estar con Él en el frente de batalla, vamos a una victoria segura. Como decimos coloquialmente en nuestro país, vamos a la fija.

Mientras tanto, con la ayuda del Espíritu Santo, debemos seguir tratando de arrebatarle al diablo a los que más podamos y hacerles entender, que cuando Jesús dijo: 

        “Yo soy de arriba y vosotros sois de abajo” (Juan 8:23)

Nosotros también somos de allá, y que el propósito de Dios en sus planes, cuando nos envió a su hijo a morir por nosotros, no era otro sino que pudiésemos volver a estar a su diestra. A eso vino el Señor Jesucristo, a traernos perdón de pecados y vida eterna. 

Bien sea que lo llames: El Cristo, El Mesías, El Enviado o el Hijo de Dios, fue la persona comisionada por el Padre para cumplir semejante misión de venir a esta tierra a pagar por una deuda que no era suya, y someterse a la humillación, el maltrato y la ofensa, hasta morir en un madero. Afortunadamente, tu y yo, que no vivimos durante su ministerio, tenemos la fortuna de contar con las Sagradas Escrituras y ese valioso testimonio del Espíritu Santo, quien nos narra tanto en el antiguo pacto, como en el nuevo, esta verdad del Salvador. Escuche con atención como el mismísimo Jesús nos exhorta a seguirlo en el libro de Juan (14:6) y que es obviamente una invitación a caminar en su Luz:

        "Yo soy el camino, la verdad y la vida: nadie viene al Padre, sino por mi".

En general al hombre le pasa lo mismo que a los nictálopes, que como el murciélago, ven en la oscuridad y se ciegan en la luz. Es aparentemente inentendible, pero en la estrategia del adversario, está puesta toda su astucia y malicia, para hacernos creer que lo que vemos negro es blanco, o lo que es lo mismo, que veamos lo malo como bueno. 

Pobres todos aquellos que hasta la segunda venida del Señor, no sean capaces de alumbrar la puerta de entrada para andar hacia Él, máxime cuando saben que tienen la lámpara en sus manos (la Palabra), y que lo único que necesitan es encenderla e iluminar el camino que el mismo Jesús nos ofrece a seguir.

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